martes, 15 de febrero de 2011

Capítulo 7

-Pues...-seguía sucumbiendo ante esos ojos verdosos- eres majo.
-¿Majo? ¿Solo eso? ¿Nada más? Sinceramente estoy un poco ofendido- seguía tan cerca de mí como antes.
-¿Qué más quieres? Te conozco desde hace un par de horas escasas, ¿pretendías que te soltase un discursito sobre lo mucho que te conozco?
-No, solo esperaba que me hubieses conocido un poco más en dos horas, mira, por estas dos horas sé que eres una chica persuasiva, graciosa, espontanea, que odia a los perros, encantadora e irresistible...
¿Irresistible? Nunca me había clasificado como una chica irresistible, y mucho menos un chico, bueno, sí, uno, pero poco después de decírmelo vomitó sobre mis zapatos nuevos a causa de todo el alcohol que se había metido entre pecho y espalda.
-Perdona, ¿Qué es lo último que has dicho? No lo he oído bien- sí que lo había oído bien, solo quería que lo repitiese y me dijese que se había equivocado.
-¿No has oído bien? He dicho irresistible, eres una chica preciosa, con el pelo rubio oscuro y ondulado, los ojos verdes, y un cuerpo que provocaría un infarto a cualquier chico que te viese. Juraría que te han prohibido ir a la playa para que el hospital no se colapse de infartos.
-Vale, tengo otro adjetivo para ti, eres un conquistador un poco cutre-esta vez sí que conseguí empujarle hacia atrás, lo que me dio más movilidad.
-¿Cutre? Perdona- exclamó con un tono ofendido-me he trabajado los piropos, por lo menos me podrías dar las gracias, chica aventurera.
-Cuando me digas algo que realmente me llegue a la patata, te lo agradeceré-le sostuve la mirada sin darme por vencida.
-¿Patata?
-Sí, corazón, esos “halagos” seguro que se los dices a cualquier chica. ¿Y ahora me enseñas el lago o no?
-Vale, vale, pedorra, pero que sepas que me he retirado yo, no me has empujado, no te creas tan fuerte-volvió a mirarme a los ojos por última vez y comenzó a andar. Cuando vio que no reaccionaba me dijo-¿Ya no te apetece venir, mocosa?
Al decir eso comencé a seguirle por un camino un poco embarrado. Íbamos por un pequeño claro lleno de flores, las había de todos los colores, blancas, rojas, azules...
Cinco minutos después de empezar a andar llegamos a un puente de madera que no daba la sensación de ser muy seguro, pero que Lucas cruzó con toda la tranquilidad del mundo. Yo dudé, era aventurera y todo eso, pero ese puente ni por asomo parecía estable, hubiese preferido cruzar un tronco antes que eso.
Cuando Lucas se giró para ver lo que hacía me vio en el principio de el puente deshizo lo que había andado y vino hasta donde yo estaba, una vez estuvo a mi lado me tendió la mano y me miró a los ojos como diciéndome que le agarrase de la mano. Lo hice. Le cogí de la mano y cruzó el puente conmigo sin decir una palabra, pero cuidando que no me tropezase con nada.
Licencia Creative Commons
El reflejo del agua se encuentra bajo una LicenciaCreative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported.

No hay comentarios:

Publicar un comentario