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Ganadores del concurso de relatos breves

Ayer fue la fecha límite para mandar vuestras historias, y puedo decir, con alegría, que esta idea ha tenido mucho más éxito del que me esperaba. Me habéis mandado muchos relatos, y me ha costado decidir los tres ganadores, pero es un concurso, y no todos pueden ganar.
La verdad es que hay cuatro ganadores, ya que no me he podido decidir entre dos relatos que optaban al tercer puesto.
Dicho todo esto, pongo aquí los ganadores, que es lo que interesa ;)
Primer premio
Se lo lleva una chica llamada Carla Spinella Campos. Su historia me ha encantado, la ha narrado genial, en tan solo cuatro hojas ha conseguido relatar el paso del tiempo en la vida del protagonista de una forma impresionante. Simplemente genial el relato. 
Su blog es: http://nubesdealgodondeazucarhotcandy.blogspot.com/, y, si soy sincera, tiene el nivel de la historia. Una de las cosas que más me ha gustado ha sido cómo ha utilizado su blog para denunciar injusticias sociales, como la entrada sobre África. Aunque también hay publicaciones alegres, con muchos colores. En definitiva, esta autora sabe como unir en su blog las diferentes historias que se dan en todas partes, hay un hueco para las injusticias, pero también para la alegría. Un blog que merece la pena :) 
Segundo premio
El segundo premio se lo lleva un relato titulado "No es mi final" de Carolina Fone Fabre, con el blog: http://sonrisasalmar.blogspot.com/. Me ha gustado esta historia porque no me esperaba el tema, está narrada con mucha maestría, y me encanta. En su blog hay varias historias, por un lado la de "Polos opuestos" y por otro "El mundo encantado de Ela". Admito que no me los he leído por completo, ¡tienen un montón de capítulos! Pero prometo, a la autora y a mis lectores, que lo leeré, seguramente este tan bien narrado como la el relato que ha conseguido el segundo puesto en el concurso. Un consejo: Pasad por este blog si estáis de turismo en diferentes blogs, una parada que merece la pena. =D
Tercer premio
Como he dicho antes, no he podido decidirme entre dos historias, las dos con el mismo buen nivel, en mi opinión.
La primera historia me ha llamado la atención por su tema, iba de un ataque de zombies, y lo juro, cuando me fui a dormir tras leer el relato, soñé con una invasión de zombies, ¡¡es verdad!! Su blog es http://newblogluxia.blogspot.com/, y la verdad es que promete, lo que he leído, siendo honesta, estaba muy bien, una de las cosas que más me ha gustado es el diseño del blog (no puedo evitarlo, ¿negro y un color chillón? Mi perdición) y también me ha gustado la sinceridad con la que se describe a ella misma en los datos personales, no es de las que se ponen de perfectas para arriba, sino que dice que ella es cómo cada uno la ve. Eso me encanta. ;)
El segundo relato que recibe también el tercer premio es de la autora Cristina Marí, con su blog http://elcuadernopasaalapantalla.blogspot.com/, una historia de amor muy triste, pero que me ha gustado mucho. Cuando la empecé a leer, me esperaba el típico cuento de dos adolescentes que se separan por yo que sé, ser seres sobrenaturales o algo así, no por lo que lo tenían que hacer en el relato de Cristina. Su blog no tiene muchas cosas en la página principal, pero si vamos a la pestaña de Escritos por mí, hay un montón de pensamientos plasmados allí. Unos escritos muy honestos y bonitos que convina con fotos. De momento no tiene excesivas entradas, pero seguro que añadirá muchas más y serán igual de buenas. 
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Hasta aquí, estos son los resultados del concurso, me da mucha pena que sólo sean cuatro personas las ganadoras, sobre todo por los demás relatos, que también estaban muy bien. Os dejo las historias aquí, para que podáis disfrutarlas como yo lo he hecho (van por colorines, por eso cada premio está escrito en un color, la historia de cada ganador va en el mismo color que su parrafo):
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La lluvia choca contra el cristal de la ventana, hace que suene un leve tintineo, al igual que el choque de las copas en un brindis.

Y ahí sigue la página, en la misma línea, en la misma palabra, en esa máquina de escribir que perteneció a mi padre hace más de cincuenta años. No solo me dejó la máquina de escribir, si no también me dejó su manía por la lectura y la escritura. A veces, pienso que es lo único que me ha dejado.

Sí, me dejó.

Mi madre y mi padre se separaron cuando solo tenía seis años. La idea de “separarse” por aquel entonces no la veía muy clara. ¿Qué era eso? Entonces no sabía la cantidad de papeles ni de insultos, secretos y mentiras en la que se había construido mi familia. Pero supongo que de un grano de arena, se hizo una montaña.

Mi padre era un gran hombre, en realidad, solo lo era por el simple hecho de que me quería. Por lo demás, no hay mucho que contar. Leía, sí. Escribía. Pero también fumaba, bebía y se drogaba. Se pasaba el día en el bar de la esquina con un vaso de whisky en la mano y alguna que otra mujer entre las piernas.

Por otra parte mi madre no era más que una ama de casa humilde que, por tal de ignorar la soberbia que ejercía mi padre contra ella, era capaz de aislarse en el ático y rezar en una esquina hasta que los empeines no le respondieran de estar en cuclillas. Su amor hacia mi padre por aquel entonces era tan grande que a veces, de alguna manera, venía hacia mí y me contaba que su corazón no aguantaba con esto, que necesitaba arreglar las dos partes en las que se había dividido. Yo no lo entendía, tenía poco más de cuatro años y un día, observe por detrás de la puerta de la cocina a mi madre, esta llorando, se apoyaba en la encimera y se secaba las lágrimas con un pañuelo. No se que me paso, a lo mejor fue la pura ignorancia de lo que ocurría, pero me acerqué a ella y me arme de valor para preguntarle una duda que me había surgido desde la primera vez que vino a mi cuarto a llorar. Le pregunté:

-Mami ¿En qué dos partes se ha dividido tu corazón?- Solo era un niño de cuatro años mirando hacia arriba para poder ver a su madre. Ella se secó las lágrimas y esbozó una leve sonrisa. Me cogió entre sus brazos y me sentó en la encimera.

-Amor, algún día necesitarás fuerzas para acarrear una familia. Ese día, aunque espero que no llegue, tu corazón se verá dividido en dos partes. Entonces, comprenderás que todo lo que te rodea, todo, no es más que un escenario donde los telones representan el paisaje y nosotros somos unos simples actores que ejercen su papel en la obra llamada vida.- Como es comprensible, no entendí.





La lluvia ahora golpea con más fuerza, tanta, que no soy capaz de ver a través el cristal. Mi madre siempre decía que la lluvia eran las lágrimas de dios. Siempre fue una gran católica, incluso rezaba cada vez que se le perdía algo por la casa.



Con los años, llegué al punto de no saber nada sobre mi padre. Solo me quedaba la máquina de escribir que me dejó con una simple frase:

-Tranquilo, siempre estaré a tu lado, puedes escribirme, prometo contestar.- Y lo hice, escribí cuando solo tenía doce años, lo echaba en falta.

Nunca obtuve respuesta.



Siempre esperé que mi padre regresara, me quedaba siempre esa esperanza. Pero ya sabes como dicen:

“La esperanza nunca se pierde”




Me acuerdo que un día invité a una chica a casa. Era de mi clase, ambos teníamos dieciséis años. ¡Que tópico! ¿No? Mi madre estaba feliz de que hubiera hecho amistad con alguien, aunque en realidad, no era del todo amistad lo que aguardábamos.

Un verano, calor, humedad, rocío en las plantas, el mar. No he deseado más un día como este en mi vida. Lo recuerdo bien porque llegaba tarde a la cita con Clara, la chica de mi clase, iba en el coche de mi madre con un ramo de flores rojas en el asiento acompañante y a ciento cincuenta por hora. Entonces me paro la policía y le explique que tenía una cita, el policía con aire despreocupado vio las rosas y me dejo ir.



Clara era una chica divertida, enrollada, supongo que eso era lo que me atraía de ella, el contraste entre su alegría y mi seriedad. Tenía el pelo del mismo tono que las castañas, las pestañas muy largas. No tenía los ojos ni verdes ni marrones, si no un color intermedio entre éstos dos. Casi siempre vestía colores pálidos como rosas claros, celestes grisáceos y salmones.



Esa cita se desarrolló más o menos así:



“Habíamos quedado en el puente que atravesaba una rama del río Bremen. Cuando llegué corriendo la vi apoyada con los codos en la barandilla del puente con una sumisa mueca en los labios que mostraba decepción. Los pétalos de las flores iban cayendo de los coronas. Eran las ocho de la tarde y el sol se estaba poniendo. Iba despeinado, ella llevaba una camisa larga de color rosa y unos pantalones piratas algo desgastados. Pero seguramente, éstos estaban menos que las antiguas y estropeadas Converse negras que lucía siempre y que a mi me encantaban. El viento azotaba su cabello castaño y el conjunto de nubes y reflejos anaranjados del sol hacían que sus ojos parecieran ámbar. Caminé poco a poco para que no se dé cuenta de que estaba allí. Pero ella tiene eso, un sexto sentido que al parecer lo padecen también las demás mujeres. Ella se volvió hacia mí y sonrió al ver que tenía en la mano un ramo de flores rojas, aunque lo llevaba boca abajo y los pétalos se estaban esparciendo por el suelo, ella los cogió y los olió. Sonrió con esa sonrisa que toda mujer hace y que a todos los hombres les emboba: Los pómulos altos haciendo que entrecierre los ojos y que le salga unas pequeña e insignificantes, por no hablar de lo bonitas que son, arruguitas. Luego pegó unos saltitos sobre sus Chuks Taylor hasta acercarse a mi, me puso las manos en la nuca y me mordió el labio inferior. Luego dejó caer el ramo en el suelo de piedra y me abrazó. Yo le estreché contra mí. Entonces no había nada en que pensar, ni mentiras, ni falsos, ni drogas, ni siquiera lo mas corriente como las posiciones de un alero en Baloncesto. Su saliva… sabía… a, no se, a chocolate, no, espera a limón, o a chicle de menta. No lo sé. Abrí los ojos y vi como ella los mantenía cerrados. Luego apoyó sus labios en mi cuello.

Mas tarde intenté recordar el sabor de su beso.

Intento fallido.”



La Música suena algo cascada desde la radio, no basta para cubrir el ruido de la lluvia. El papel, la máquina, mis dedos balanceándose sobre las teclas pero sin apenar rozarlas. Todo un día pensando en el final de esta novela.



Nadie me hubiera dicho que seis años más tarde me hubiera casado con Clara. No me quejaba, pero tampoco tenía otra opción, ¿a caso había entablado amistad con otra chica? La vida es así, y yo estaba acostumbrado a esta historia. Al menos, no había mentiras, no había drogas. Solo un par de cigarrillos al día.



La naturaleza creo una bella hija, con dos ojos azules heredaos de mi madre y el pelo castaño de Clara. Lloraba a no parar, se chupaba el dedo hasta dejarlo arrugado, jugueteaba por la casa gateando escaleras para arriba escaleras para abajo, tiraba cada jarrón que pillaba, Cagaba mas que lo que he cagado yo en mi vida y saltaba en la cama dando patadas en el colchón.



Era mi princesa.


Yo por mi parte empecé a escribir, estudié psicología, hacía la comida y cambiaba el pañal a la pequeña Charlie. Clara era una mujer muy desordenada, por lo que me tocaba recoger la colada y todo lo que tiraba al suelo o dejaba en la mesa y no lo volvía a colocar en su sitio.


En definitiva, que si no fuera porque soy hombre, también me tocaría amamantar a Chalie.

En esa época apenas tenía veinticuatro años, fue la época mas dura para mí, en Alemania todavía quedaba parte del muro que destruir, el muro de Berlín. El movimiento naci había cesado pero todavía quedaban alguna que otra guerrilla.

La lluvia cesa un poco, suena un <<Crack Carck>> al golpear la ventana hace sonar el picaporte contra la madera. Suspiro.

Clara… Clara. Clara está ahora en Dublín, empezó una nueva vida. La verdad es que nunca deseé separarme, nunca, pero supongo que lo nuestro no fue matrimonio, si no un noviazgo largo. Ya solo me queda mi hija, ahora tiene diez años y hace seis que mi ex mujer y yo nos separamos. ¿Sabes? Todo esto de la separación lo sigo sin comprender, eso de dividir las cosas, el dinero… y el matrimonio… tres cuartos de lo mismo; las personas se casan por que se aman, no hace falta ni anillos, ni vestidos blancos, ni vino, ni luna de miel. Una separación es una manera formal de decir: “He dejado de amarte” con un: “esto no funciona”.

Espera, no es que la lluvia ha cesado… Es nieve. Un velo blanco que cae en forma de estrellitas y que cuaja al llegar al suelo, un baile de motitas blancas.

Una cabeza castaña se acerca con una barriguita redondeta y la camiseta manchada de chocolate fundido.

Me tira suave del pantalón para que me gire hacia ella. Unos enormes ojos azules se clavan en los mios.

-Papá, papá ¿Qué le pasa a tu corazón? - Me deja un poco desconcertado y me identifico con ella, en esa escena con mi madre. Luego me doy la vuelta hacia el papel, y veo, que solo ha leido la última frase escrita en el papel.

<<Las dos mitades de mi corazón, seguirán separadas>>

Luego me quito la camiseta manchada y le dejo la interior, la cojo hasta ponerla en mis piernas y los dos miramos la nieve caer por la ventana.

-¿En qué dos partes se ha dividido tu corazón?- Hay está, la pregunta, la pregunta que es mejor no contestar, esa que pasa sin que te lo esperes, esa que espero no tenga que pronunciar mis nietos.

Ella dibuja un corazón roto en la ventana con el vaho.

 -Amor, algún día necesitarás fuerzas para acarrear una familia. Ese día, tu corazón se verá dividido en dos partes. Entonces, comprenderás que todo lo que te rodea, todo, no es más que un escenario donde los telones representan el paisaje y nosotros somos unos simples actores que ejercen su papel en la obra llamada vida.- Ella me mira, no pretendo que comprenda, yo… todavía… no se lo que significa.

 -¿Y entonces? ¿Y si quiero saltarme las reglas? ¿Qué tengo que hacer?- Se gira hacia mi y me pregunta con sus enormes ojos y sus largas pestañas.

 -Escribir tu propio guión.- Termino. No tenía muy claro lo que había dicho, pero sonaba bien y tenía sentido.

 Y entonces, entendí, tanto tiempo con el papel en la mesa, esa máquina tan oxidada. Todo cobró sentido.

Hice que Charlie bajara de mi regazo, cogí el papel vacilé unos segundos rozando las teclas y empecé a escribir.


<< Es un mensaje subliminal, es como una metáfora, la frase, todo conllevaba a una única lógica, una única opción, un motivo:

Las dos partes del corazón.

Ahora, comprendo. Treinta y cinco años si saberlo, y estaba en una sola frase, en dos opciones, en dos incógnita; X y Y.

Dos partes: 1º el amor, mi padre, el hombre al que quiso toda su vida, el hombre que la abandonó por paquetes de cigarrillos, güisqui y mujeres.

2º la maternidad: su hijo, yo. >>


Me estiro en la silla, cojo el papel y lo pongo encima del montón con lo restante de la novela.

Eso es, había hecho lo correcto, en el momento correcto.

Había dicho lo correcto.
-Escribe tu propio guión.

(Escrito por: Carla Spinella Campos)
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El olor nauseabundo de la descomposición, mezclado con la pesadez fangosa, me provoca arcadas, aunque no puedo vomitar porque mi estómago no tiene qué. La densa oscuridad, que se arrastra y aferra con sus manos frías a cada recodo cercano, con las nubes oscuras, acompañadas de tormenta, es mi única amiga. Trato de levantarme, pero mi menudo cuerpo, malherido, se niega a obedecerme; es más fácil rendirme aquí, con la muerte, asomándose antes que el sol, entre las sombras oscuras y el pútrido olor, que tratar de aferrarme a la vida, tan difícil de sacar adelante.

De pronto, alguien, no sé quién, se compadece de mí. Las tenebrosas nubes comienzan a despejarse, mostrando una luna extrañamente brillante y…extrañamente roja. Espantado, observo a mí alrededor y recuerdo todo con horror.

Estábamos en el barco, con lágrimas en los ojos, observando a aquella mujer desapareciendo en el olvido, tragada por las olas oscuras. La muerte había tomado posesión del mar para llevársela con ella, de forma agónica y trágica ¿Qué mal había hecho aquella mujer para morir de esa forma tan rastrera y desgraciada? Las manchas oscuras habían teñido su piel, marcando su dulce rostro en una mueca extraña. La última noche la fiebre y las convulsiones fueron horrorosas, y sentí la impotencia correr por mis venas: ver a una persona sufrir, sin poder hacer nada y sin ni tan siquiera tener derecho a un sepulcro digno. Solo espero que la muerte no se vuelva nuestra frecuente compañera en esta travesía, sino que se hunda en su implacable sueño, del que nosotros no somos conscientes si realmente existe o no, y espere a que, por lo menos, pisemos la tan anhelada tierra.

¿Resulta extraño que la muerte me contradijera? Me temo que no. La vida es injusta, no es solo un dicho, sino un hecho, y lo viví en mis carnes de forma cruenta y fiera.

Mi madre, aún triste, pero firme, no se separaba de mí ni un momento mientras mi padre observaba la lejanía con una expresión extraña. Anhelante y perdida.

Le pregunté a mi madre cuánto faltaba, como todos los días, pero esta vez mi madre, en vez de contestarme como siempre ``muy pronto, ya verás que antes de lo que esperas estarás corriendo entre los árboles de algún bosque, como tanto te gusta ´´, la desolación se mostró en sus ojos y desvió su mirada de mí, que comenzaba a humedecerse. El pánico comenzó a recorrer mis venas, acuchillándome como unas tenazas oxidadas, pero contuve el grito que trató de salir por mi garganta y troté fuera de la habitación hacia proa. No se podía distinguir nada, el cielo estaba encapotado y el mar tan o incluso más oscuro que antes.

Sabía que mis padres me ocultaban algo. La anhelante expresión de mi padre y el rostro moribundo en la desesperación de mi madre, además de su reciente oposición a tocarme, decía mucho, pero, ¿el qué?

Repentinamente, una sacudida movió el barco, seguida de otras más fuertes. Tuve que agarrarme a las sogas del palo mayor para no caerme. Mis padres aparecieron corriendo, acompañados de decenas de personas asustadas. Cuando mi madre se acercó a mí, pude ver las marcas que recorrían su brazo izquierdo. Eran manchas, manchas negras.

Recuerdo el terror, la angustia y la desesperación. Después de eso, en otra fuerte sacudida del barco, me golpeé contra el palo mayor y caí inconsciente.

El paisaje a mi alrededor es aterrador y desolador. Es similar a un pantano, pero un poco más seco. Las sombras a mi alrededor comienzan a cobrar formas y esta vez no puedo evitar vomitar, aunque solo sea la bilis que he contenido todo este tiempo dentro de mi estómago. Son personas, más específicamente, mis compañeros de viaje. Todos…es imposible… la muerte me los ha arrebatado a todos. Busco con desesperación a mis padres, y los encuentro a pocos pasos de mí. Aunque mis piernas se quejan, me levanto con lentitud y trato de acercarme a ellos, pero a mitad de camino me detengo. Están muertos, como los demás, ¡están muertos! La sangre corre libre por el suelo y entre la ropa destrozada pueden diferenciarse las manchas oscuras de sus cuerpos, en todos. ¿Nadie estaba sano en ese maldito barco?

Empiezo a escuchar un extraño ruido, y, aterrorizado, veo sombras correr veloces entre los cuerpos. Me quedo quieto, en silencio, y empiezo a identificarlas como las ratas del barco. ¡Malditas asquerosas! ¡Por su culpa, por su culpa…! Las ratas comienzan a acercarse a los cuerpos, con intenciones que no quiero observar. Este es mi fin, hay cientos de ellas por todas partes.

Echo una última mirada a mis padres, diciéndoles adiós y lo siento, mientras me trago las lágrimas. El silencio es crucial.  Camino con cuidado, observando todo y, antes de darme cuenta, el pestilente olor es cada vez menos denso y comienzo a darme cuenta con mayor nitidez de todo lo que me rodea, la luz de la luna comienza a abrigarme con su luz. Observo un camino y unas luces a lo lejos, estoy cerca de salir de este espantoso lugar indefinible y volver al mundo real, aunque esta vez, solo. Piso por accidente una rama y escucho un chillido. No tengo tiempo de mirar hacia atrás. Sé que la muerte no me dejará escapar tan fácilmente de sus garras aceradas. Y, a diferencia de la anciana, utilizará a las ratas como su ejército, mis asesinas y sus estómagos como mi tumba. Corro todo lo que puedo, los pies me duelen, pero no me importa: saldré de esta sea como sea. Le demostraré a la muerte que merezco la oportunidad de vivir, de salir adelante y recorrer el mundo que no he descubierto todavía. Logro salir del extraño lugar, mientras escucho un fuerte grito de protesta, y observo la luz del amanecer mientras los trabajadores de una aldea cercana van a trabajar las tierras. Los aldeanos me observan  asustados y cogen sus herramientas tratando de ahuyentar a las desorientadas ratas. Cuando desaparecen con el hedor de la muerte en lo profundo del bosque, los aldeanos se me acercan y comienzo a llorar de forma descontrolada. Lo he perdido y recibido todo en un mismo instante.

Una niña, poco más pequeña que yo, me tiende la mano acompañada por una sonrisa cálida que nunca creí alegrarme tanto de ver. El pueblo me recibió de forma cálida, me ayudó y me aceptó en él. Aunque feliz de estar vivo, aprovechando cada instante de la vida del que soy consciente que se me regala, no puedo evitar, a veces, que las pesadillas vuelvan a mí con el fulgor carmesí de la luna y los chillidos de las ratas tras de mí. Sé que todo eso no fue una ilusión como afirman algunos; sé que fue real, y me aferraré a la vida hasta el último instante, hasta el final.
(Escrito por: Carolina Fone Fabre)
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Llega la muerte
-No vale la pena vivir- es lo que solía decirme, y es que mi vida no
Tenía sentido. No había nada que hacer. Me levantaba por la mañana, me preparaba para ir al colegio, llegaba por la tarde a mi casa hacía los deberes cenaba y a dormir. Vamos que nada interesante, siempre la misma rutina. Pero ya cuando creía que nada podía ocurrir me levanto una mañana (si es que era de día) me visto y bajo a desayunar. El desayuno no estaba listo. ¿Puede que me haya despertado tarde y ya se hayan ido mis padres a trabajar? – me pregunté – pero no, era imposible todavía estaba oscuro. Fui al cuarto de mi padre y no estaba seguidamente fui al cuarto de mi madre y no estaba sino que había una especie de momia.

La momia nada más sentir mi presencia se giró bruscamente y sus ojos rojos me paralizaron. Me vi envuelta él una terrorífica oscuridad, luchaba por salir de ella gritaba con toda la fuerza de mi alma y como por arte de magia pude despertar de la oscuridad que me rodeaba. La momia todavía me miraba pero yo no me iba a quedar ahí esperando a que me atrape otra vez así que salí corriendo hacia la puerta de salida y me encontré con 2 momias custodiándola me di la vuelta y fui a mi cuarto, este estaba vacío. Cerré con llave y miré por la ventana para pedir auxilio. Vi a una niña la llamé y cuando se giro sentí un escalofrío de terror que me recorrió todo el cuerpo. La niña tenía los mismos ojos rojos de las momias, pero se sentía como un aura peor que el de las momias. Yo sin percatarme me vi en el suelo todavía temblando de puro terror, no podía levantarme mis piernas no me respondían.

Empecé a oír bruscos golpes en la puerta. Yo no sabía a dónde ir ni donde esconderme. Nerviosa mire en todas direcciones vi mi cama y me metí debajo, justo a tiempo.
La puerta cayó y una niña y dos momias entraron en mi cuarto. Estaban registrando todo mi cuarto. Unos momentos después vi una especie de trampilla con lo que la abrí procurando no hacer ruido y baje por ella.

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Era una especie de túnel, pasadizo o tal vez
Un laberinto. Yo estuve andando seguramente horas y horas en la oscuridad. Se oían ruidos extraños, llantos, susurros, como si todo viniese del propio aire porque no venía de ninguna dirección aparente. Seguí andando unos cuantos metros y vi una luz rojiza. Fui en su dirección y cuando llegué oí un rugido que reboto en mis oídos. Caí al suelo y veía la muerte ante mí.

Oí el grito de unos hombres y noté como algo me cogía, mientras yo intentaba abrir mis ojos (No controlaba mi cuerpo, no me respondían los movimientos, ni siquiera podía pensar con claridad. Era horrible, nunca me había asustando tanto) Ya por fin los abro y mi corazón da un revuelco. Estaba rodeada de gente de mi pueblo. ¿Cómo era eso posible?
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Quedé inconsciente y cuando me desperté ya me sentía como nueva y pensaba que todo había sido una pesadilla pero no era así. Salí de una cabaña y vi como si estuviera en una tribu porque estaba rodeada de cabañas.
Vi a una señora que pasaba y le pregunté. -¿Dónde estoy?
·         En el refugio – dijo la señora.
·         ¿Refugio? ¿qué refugio? ¿qué ocurre?
·         Niña, ¿qué pasa contigo? ¿que no te enteras de nada?
·         Perdona, ven conmigo – dijo un hombre cogiéndome de la muñeca.
·         ¿Qué pasa? ¿por qué estoy aquí?
·         Los muertos han conquistado nuestro mundo y tú has conseguido salvarte. Ahora estas con nosotros, eres una refugiada a menos que quieras volver con los muertos y su reina. - dijo el hombre
·         ¡Noo! ¡Esto es un sueño!  ¡Quiero despertar!  ¡noo! - le gritaba al hombre.
Pero poco a poco fui asumiendo lo ocurrido, y ahora sentada en una roca estoy escribiendo esto para que en un futuro lejano cuando hayamos desaparecido al igual que los muertos y cuando nazca una nueva raza pueda saber nuestra historia.
Se levanta una joven, hace un agujero en la tierra y entierra una tabla de madera donde escrita está la historia de su pueblo.
 (Escrito por: Blog-Newblog Newblog)

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Estaba anocheciendo. El sol parecía que se estaba dando un baño en el mar. El color naranja típico de los atardeceres de septiembre estaba invadiendo el color azul del cielo. Las olas me mojaban los pies mientras observaba el espectáculo de colores desde la orilla. A lo lejos, se escuchaban los coches pasar. Había recibido una nota esa misma mañana en el instituto, anónima, y decía que estuviera en la playa cuando el sol se hubiera escondido y hubiera dejado paso a una noche oscura. Aún no había desaparecido del todo, pero era inquietante la espera, sin saber a quién o a qué esperar. Me senté, un poco apartada del agua, para no mojarme, pues había empezado a refrescar. Cerré los ojos y dejé que la brisa me acariciara la cara. Abrí los ojos al notar una presencia a mi lado. Me dí cuenta de que el sol había desaparecido por completo. Y le vi. No estaba segura de que hacer, y no sé si fueron los nervios de la espera, o el pánico de descubrir quién era, que me quedé inmóvil. Pasaron unos minutos hasta que por fin habló.
-Ya sé que esto es extraño, pero no me podía ir sin despedirme. No era justo para ninguno de los dos.-esperó a que dijera algo, pero no lo hice. Continuó.-tú y yo hemos vivido demasiadas cosas, hemos descubierto mundos nuevos y hemos sido felices juntos. Y no era justo tener que separarnos sin la oportunidad de despedirnos.
Le miré, aún inmóvil. Su pálida piel contrastaba contra la mía, aún bronceada. Sus ojos color miel estaban clavados en los míos, verdes oscuros. Se pasó la mano por la cabeza, moviendo su pelo rubio y corto, tan corto que tenías que fijarte para darte cuenta de que no estaba calvo.
-¿Te acuerdas que aquí veníamos el año pasado a refrescarnos?
-Sí-cuando hablé, tenía la voz apagada, temblorosa.-Y jugábamos a hacer bolas con la arena y peleábamos, y nos hacíamos ahogadillas en el agua y...-rompí a llorar.
-Shhh, tranquila-me susurró en la oreja. Noté su aliento en mi cuello.-Tú pelo pelirrojo sigue siendo igual de bonito que recordaba, suave y brillante, como la luna.
-Hoy hay una luna preciosa, ¿verdad?-dije.
-Se parece a la que veía desde la ventana de la habitación del hospital.-hubo un silencio, pero no de esos incómodos. Era un silencio de recuerdo.
-Te echo de menos-susurré, entre lágrimas.
-Pero ahora estoy aquí. No me voy a quedar siempre, pero siempre estaré contigo.
-Tengo miedo de olvidarte. De olvidar tu cara, tu olor. La manera que tenías de besarme y abrazarme.
-Quiero que sigas adelante. Eres muy joven, encontrarás a otro...
-Pero ninguno como tú-le interrumpí.
-Pero será otro. Yo formaré parte de tu vida, y aunque no me veas yo te cuidaré. Y para que no me olvides, quiero que mires cada luna llena al mes, como la de hoy. Ese será nuestro pequeño momento.
-Siempre estarás en mi corazón.
-Lo sé.-me abrazó.- ya es hora de irme, pero para siempre. Nos veremos en el más allá, aunque espero que sea cuando tu ya seas vieja y llena de arrugas.-se rió.
-Te quiero-rompí a llorar.
-Te quiero.-noté un beso en la mejilla. Y luego frío. Se había ido, ahora de verdad. Ese maldito cáncer le tuvo en la cama durante 10 largos meses. Y cuando parecía que estaba mejor, se paró su corazón. Dejándome sola, desprotegida, en un mundo en el que ni siquiera quería vivir. Aguantando la soledad, sola en la oscuridad de mi habitación. Llorando todas las noches, escuchando nuestra canción, y recordando todo los momentos juntos. ¿Por qué te has tenido que ir? ¿Porqué tú? Si es que existe un Dios, no es nada justo que se lleve a las personas más buenas que conozco. ¿Por qué no podía haber sido al revés? Yo sí que merezco morir, incluso sufriendo. No he sido buena hija, buena hermana, buena amiga. Ni siquiera he sido buena persona. Soy egoísta, caprichosa y mimada. Pero él...él era bueno con todo el mundo, humilde. No es justo. ¿Para qué quiero seguir viviendo si no tengo un motivo para vivir? Y así, con todas esas preguntas, me fui para casa, empapada en lágrimas, a la espera de que la vida me llevase con lo que yo más quería.
 
(Escrito por: Cristina Marí) 
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Aquí publicaré todo lo que me mandeis, ya sean fotos, relatos, frases, dedicatorias... si quereis, debajo de cada cosa, puedo poner de quien procede, mandadme un correo a airplane93@hotmail.es :)
(Aún no controlo muy bien lo de las pestañas y no se cómo hacer entradas separadas... si alguien me puede ayudar... gracias!!!)